Cuando hablamos de inclusión, nos referimos a un concepto fundamental en la construcción de sociedades más justas y equitativas. La inclusión implica asegurar que todas las personas, sin importar sus diferencias y características individuales, tengan igualdad de oportunidades y sean valoradas en su plenitud.
Cuando se trabaja por la inclusión de las personas con diversidad funcional es importante tener en cuenta y destacar las capacidades individuales que poseen, focalizando en el desarrollo de las mismas para construir una sociedad más inclusiva y solidaria, donde todos puedan desarrollar su potencial.
La inclusión no solo implica políticas públicas y cambios estructurales, sino también una transformación de actitudes y mentalidades. Al enfocarnos en las capacidades de las personas, podemos construir una sociedad más inclusiva y solidaria, donde todos puedan desarrollar su potencial y vivir una vida digna.
Para lograr una inclusión genuina, es importante eliminar las barreras y prejuicios que puedan existir en la sociedad.
La inclusión no solo beneficia a las personas directamente involucradas, sino que también enriquece a la sociedad en su conjunto. Al reconocer y valorar las capacidades de cada individuo, podemos aprovechar su diversidad para promover la creatividad, la innovación y el crecimiento colectivo.
En resumen, la inclusión se basa en enfocarnos en las capacidades de las personas en lugar de sus discapacidades. Es un proceso que requiere el compromiso y la participación de todos para superar barreras y prejuicios, y construir un mundo más inclusivo y respetuoso. Al promover la inclusión, creamos una sociedad más justa y equitativa, donde todas las personas tienen la oportunidad de florecer y contribuir plenamente.